Nadie cuestiona que lo que mucho más me agrada en la vida es llevar a cabo lo que hago todos y cada uno de los días; Estar con mis pacientes desde el momento en que comienzan hasta el momento en que se marchan. Da igual qué bien difícil sea el día o qué complejas se hayan vuelto las ocasiones laborales, en el momento en que lo que haces te agrada y te llena, se transforma en una sección fundamental del desarrollo y avance de la vida. Tras 15 años de ver pequeños, jovenes y mayores con distintas condiciones, tengo claro que mi instante preferido es en el momento en que llega la tan aguardada oración – ¿De qué manera lo hacen? ¡Es que, claro, tienen la paciencia de un santurrón! – De esta forma pensaba yo en el momento en que hacía mis prácticas y veía terapeutas haciendo un trabajo con pequeños. No todos trabajan con autismo y consiguen cambios significativos en ellos. Hay que entender, estudiar y entrenar bastante aparte de tener paciencia. Pensaba en todo lo mencionado mientras que los veía llevar a cabo los ejercicios con ellos y me preguntaba –¿De qué manera lo haré?–
Comencé a trabajar una técnica donde tras la parte teorética, la práctica consistía de seis horas de trabajo con un niño autista y prácticamente sin materiales. Era entre las escasas cosas en las que toda vez que trabajaba, en el final me sentía fallido por el hecho de que no llegaba a parte alguna. Me motivó a conseguir las misiones y traté de ser positivo, pero con cada paso que daba para conseguirlo, hallaba una cantidad enorme de cosas que no comprendía, que no sabía que no, y toda vez que le preguntaba a mi profesor, aun si me ayudara, no podría continuar adelante. En el momento en que me percaté de esto, empecé a trabajar con el temor a fallar y no ser como esos terapeutas que veía que podían llevar a cabo algo. Decidí que no iba a dejar que el temor me dominara pues es el enemigo número uno de cualquier terapeuta. Decidí comprobar todo cuanto hacía mi profesor con enorme aspecto y ¡hallé la clave! ¡No se llamaba paciencia, se llamaba estrategia! Debes trabajar con ellos teniendo la herramienta adecuada en el instante acertado, el ejercicio exacto en el instante acertado y la contestación aguardada en el instante acertado. Retorné a mi tolerante con otra visión y visión, las horas se hicieron poco a poco más cortas y empecé a conocer desenlaces. Me percaté de que esta visión modificaba toda vez que se encontraba en frente de mi hijo. Me dio seguridad, sabía exactamente en qué dirección íbamos a ir y la indecisión aguardando el resultado de los 2 redujo. Gracias a esto, pude empezar a enfocarme en los objetivos de trabajar con él y confiar en mis tácticas puesto que en este momento tenía una base fundamental. Una gran parte de lo que ocurre en el momento en que fracasamos en nuestro trabajo con el autismo debe ver con el temor a múltiples cosas. La carencia de identificación de este es un clamoroso colapso del que en ocasiones es realmente difícil salir, aparte de confrontar a sentimientos impensables de furia y frustración.