Una novela me marcó en el momento en que era niño, y todavía el día de hoy me hace meditar. No era un cuento para pequeños, ni muchísimo menos. En el hogar, aparte de libros de historia, medicina y ciertas novelas de aventuras (como White Fang de Jack London o Miguel Strogoff de Jules Verne) había otro libro que, por alguna razón, hallé en mis manos: Brave New World Aldous. Huxley.
Este libro llevaba tiempo en la estantería: sus páginas estaban amarillentas y se le había juntado polvo. No puedo rememorar un libro previo que me capturó tan veloz; ni me he sumergido tan horriblemente en un planeta futuro que me parecía real -tras todo el bombo cerca de la conocida oveja Dolly, la iniciativa de los pequeños in vitro no se encontraba lejos de la verdad.
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Y recuerdo finalizarlo con una sensación de vacío y temor real, que ninguna historia de terror hasta hoy pudo sobrepasar.
“Jamás dejes para mañana el exitación que puedes tener el día de hoy.”
La novela fue bien recibida por la red social académica de su temporada. Entre otros muchos, fue elogiada por Bertrand Russell y Rebecca West.
El libro padeció censura en múltiples países gracias a su lenguaje ofensivo, racismo, crueldad y situaciones de sexo explícito; o cuando menos esas fueron las acusaciones en ese instante. Frecuentemente se han editado partes para amoldarse a la audiencia, como sucedió en China.